Cuando el crío se duerme y no sabes si descansar o hacer pendientes.

Justo en este momento el crío está profundamente dormido y yo estoy con los párpados que se me cierran, pero tengo tantas cosas que hacer que me estoy esforzando por no quedarme dormida delante de la computadora y aprovechar estas horas libres. ¿Les ha pasado?

Ahora que soy mamá, me he convertido en una freak de aprovechar mi tiempo lo más que pueda, cada minuto cuenta. La otra vez me enfermé terrible y platicaba con una de mis mejores amigas que estaba convencida de que me enfermé por estrés. Me siento como una bomba que en cualquier momento va a explotar, le dije. Y me puse a platicarle mi rutina diaria de lunes a sábado; no fue hasta ese momento que me di cuenta de que ¡no paro en todo el día 6 días de la semana!, y lo más canijo fue cuando me cayó el veinte de que el 90% de las actividades que traigo encima no son opcionales, o sea, no puedo decidir postergarlas para cuando me sienta con más ánimos de hacerlas… es como si dijera: ahorita no traigo ánimos de ser mamá, mejor cuido a mi hijo más noche cuando esté más despejada. Ilógico, ¿no? 

Pues me dio en la madre darme cuenta de esto. Jamás en mi vida me había sentido tan agotada físicamente y mucho menos me había tocado tener que aceptar que muchas veces no van a existir los momentos para recuperar energías. Una de las cosas que más me ha costado trabajo aceptar ahora que soy mamá, es que el cansancio y agotamiento me van a acompañar por muuuuuucho tiempo. Qué se le va a hacer.

Total, que el punto es que me acordé de todo esto ahorita que me estoy cayendo de sueño y pude haberme dormido temprano, pero decidí no hacerlo para avanzar a mis pendientes. Y sé que mañana muy temprano me voy a arrepentir de haber tomado esta decisión; pero también si hubiera decidido dormir temprano y dejar los pendientes para mañana, igualmente me iba a arrepentir, porque los sábados son días que estoy todo el día con mi bebé y ya saben como es eso de querer trabajar mientras traes al crío jalándote la blusa, el pelo, estirándote los cachetes, los párpados, dándote besos llenos de baba, gritándote, pidiéndote cosas para aventarlas, haciéndose popó y tener que cambiarlo y que reniegue porque lo estás cambiando y en fin, ya sabes a lo que me refiero. 

Pues bueno, ya sabemos que así son las cosas ahora que somos mamás, ¿no? 

¿Tú qué onda, qué andas haciendo un viernes a eso de las 11 de la noche? Platícame. Yo mientras aquí le sigo chambeando hasta que el cuerpo aguante.