Cuando estás al borde de la histeria
Ayer quería renunciar a todo. Quería renunciar a ser mamá. Largarme lejos y olvidarme de todo lo que me agobia. Sentí que ya no podía más. Me sentí derrotada, triste, frustrada, enojada, desmoralizada, mala madre, mala persona… La falta de sueño te hace pensar muchas tonterías.
La mayor lección que ha venido a enseñarme mi hijo es a ser paciente; estoy convencida de que él es mi gran Maestro de la Paciencia, así, con mayúsculas. Y el reto no ha estado nada sencillo. La primera vez que perdí la paciencia con Jerónimo fue cuando tenía 3 meses, mi marido salió de viaje y mi hijo y yo pasamos nuestras primeras noches solos. Casi perdí la cabeza. Después de llorar y llorar largo rato, y mientras yo agotaba las opciones que tenía para consolarlo, hubo un momento en que sencillamente exploté. Literal me jalé el cabello como loca y me puse a llorar sin consuelo, quería arrancarme las orejas, dejar de escuchar.
Esto ha pasado un par de veces más. Y es que cuando sucede, me sacude toda y me quedo como zombie por mucho días. Antenoche mi hijo me volvió a poner a prueba, y pasé una de las noches más terribles y agotadoras; me hizo ponerme a pensar en tantas cosas, de pronto me sentí la peor mujer del mundo por no tenerle paciencia.
Al día siguiente me enfrenté a la falta de empatía normal de este mundo cotidiano, ¡claro!, totalmente de acuerdo en que quien no tenga hijos jamás logrará comprenderme; no me lo tomo personal, pero sí pesa un poco no sentirte acompañada en una situación así. Además, no sé si les ha pasado pero, cuando eres madre, sientes y quieres que todo mundo te entienda… automáticamente viajas de un mundo sin hijos a un mundo en el que tu perspectiva de la vida cambia por completo y se te hace súper extraño que la gente no sea empática contigo.
En fin, que desde ayer he andado súper sensible (ha de ser la luna, también), cuestionándome un millón de cosas y luchando diariamente por no sentirme culpable de perder la paciencia. Ésta es la razón por la que me choca que las películas y la mercadotecnia nos vendan la maternidad como algo 100 % color de rosa… ¡NO ES ASÍ! Y creo que también esta es la razón por la que muchas mujeres madres no se atreven a expresar lo que sienten cuando están frustradas, enojadas, hartas de ser mamás… ¡porque sí nos pasa!
No existe la madre perfecta, no todo es color de rosa. Yo no soy la mujer maravilla, soy una mamá normal, ¡HUMANA! Y si me quejo, estoy en todo mi derecho y eso no significa que quiera menos a mi hijo y mucho menos que sea una mala persona. ¡Aaaaaaahhhh…!
Tú que tienes hijos más grandes, platícame tu experiencia, POR FAVOR. Y tú que tienes hijos más pequeños, te ofrezco mis experiencias para acompañarnos en este camino. Apoyémonos, evitemos aislarnos y ensimismarnos. Ser madre es maravilloso, pero es necesario y JUSTO que tengamos un descanso, por nuestro bien y el de nuestros hijos.
La mayor lección que ha venido a enseñarme mi hijo es a ser paciente; estoy convencida de que él es mi gran Maestro de la Paciencia, así, con mayúsculas. Y el reto no ha estado nada sencillo. La primera vez que perdí la paciencia con Jerónimo fue cuando tenía 3 meses, mi marido salió de viaje y mi hijo y yo pasamos nuestras primeras noches solos. Casi perdí la cabeza. Después de llorar y llorar largo rato, y mientras yo agotaba las opciones que tenía para consolarlo, hubo un momento en que sencillamente exploté. Literal me jalé el cabello como loca y me puse a llorar sin consuelo, quería arrancarme las orejas, dejar de escuchar.
Esto ha pasado un par de veces más. Y es que cuando sucede, me sacude toda y me quedo como zombie por mucho días. Antenoche mi hijo me volvió a poner a prueba, y pasé una de las noches más terribles y agotadoras; me hizo ponerme a pensar en tantas cosas, de pronto me sentí la peor mujer del mundo por no tenerle paciencia.
Al día siguiente me enfrenté a la falta de empatía normal de este mundo cotidiano, ¡claro!, totalmente de acuerdo en que quien no tenga hijos jamás logrará comprenderme; no me lo tomo personal, pero sí pesa un poco no sentirte acompañada en una situación así. Además, no sé si les ha pasado pero, cuando eres madre, sientes y quieres que todo mundo te entienda… automáticamente viajas de un mundo sin hijos a un mundo en el que tu perspectiva de la vida cambia por completo y se te hace súper extraño que la gente no sea empática contigo.
En fin, que desde ayer he andado súper sensible (ha de ser la luna, también), cuestionándome un millón de cosas y luchando diariamente por no sentirme culpable de perder la paciencia. Ésta es la razón por la que me choca que las películas y la mercadotecnia nos vendan la maternidad como algo 100 % color de rosa… ¡NO ES ASÍ! Y creo que también esta es la razón por la que muchas mujeres madres no se atreven a expresar lo que sienten cuando están frustradas, enojadas, hartas de ser mamás… ¡porque sí nos pasa!
No existe la madre perfecta, no todo es color de rosa. Yo no soy la mujer maravilla, soy una mamá normal, ¡HUMANA! Y si me quejo, estoy en todo mi derecho y eso no significa que quiera menos a mi hijo y mucho menos que sea una mala persona. ¡Aaaaaaahhhh…!
Tú que tienes hijos más grandes, platícame tu experiencia, POR FAVOR. Y tú que tienes hijos más pequeños, te ofrezco mis experiencias para acompañarnos en este camino. Apoyémonos, evitemos aislarnos y ensimismarnos. Ser madre es maravilloso, pero es necesario y JUSTO que tengamos un descanso, por nuestro bien y el de nuestros hijos.
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