El reto de la lactancia
Mi crío acaba de cumplir 15 meses hace 6 días. Un año con tres meses desde que llegó a este mundo. Y sigo alimentándolo con mi leche.
Todavía me acuerdo la primera vez que lo amamanté. Me dolía mucho, estaba muy preocupada por hacer las cosas bien, tenía tanto miedo, tanta inseguridad, que sólo logré estresarlo y que me lastimara.
Desde que supe de mi embarazo, estuve convencida de que mi bebé sería de los que tomarían "leche materna exclusiva a libre demanda", no sabía que así se le decía, pero lo descubrí después. ¿Qué significado tiene esta larga frase? Pues que amamantaría a mi hijo sin restricción de horarios y únicamente con mi leche…
Las primeras tres semanas fueron las más complicadas; Jerónimo estuvo en el hospital desde que salió de mi vientre y hasta los 6 días de nacido, tiempo en el que no me permitieron amamantarlo. Fue algo difícil de procesar para mí, dado mi gran deseo por hacer las cosas de otra manera; hubo momentos en que pensé que ya sería imposible que lo pudiera amamantar, pero por fortuna no fue así.
Todavía me acuerdo que el día que lo dieron de alta, yo no pude esperarme a llegar a casa y desde que me subí al coche, lo empecé a amamantar. Lloraba de felicidad, pero también de dolor; acostumbrado al biberón durante una semana, mi hijo estaba teniendo problemas para prenderse bien de mi pezón, y a mí me dolía terrible.
No desistí. Continué intentando. Cada noche, recuerdo que lloraba y lloraba porque mis pechos estaban ya muy lastimados y no lograba tener una lactancia exitosa; mi hijo se desesperaba y yo con él. Todas las noches durante ese proceso, mi marido, al verme llorar y frustrada, me insistía en comprar leche de fórmula y "quitarnos de problemas". Entendí, por supuesto, sus deseos por apoyarme y detener mi frustración; y no saben la cantidad de veces que quise decirle que sí, pero algo dentro de mí me mantenía firme en mi decisión. Así fue como encontré una manera de llevar mi proceso sin tanto drama, cada noche me decía a mí misma: sólo por hoy, como los doble A.
¡Me sentía tan sola! Y no me refiero a que me faltara apoyo de mi pareja o de mi familia… ustedes saben a lo que me refiero. Y es que yo jamás me imaginé que el proceso de amamantar pudiera ser tan doloroso y frustrante, al menos en mi experiencia. Por eso, insisto en que me chocan las historias color de rosa que nos venden por todos lados sobre la maternidad. Ash.
Al cabo de 4 semanas, después de muchas preguntas, asistir a reuniones de La Liga de la Leche, ver infinidad de videos en Youtube, visitar bastantes páginas en internet sobre el tema de lactancia… por fin, mi hijo y yo ¡lo logramos! Y así hemos continuado este maravilloso viaje.
Como les dije al principio de esta entrada, mi niño ya tiene un año con tres meses, y todas las noches me pide pecho, y durante el día, a todas horas. Y yo no puedo sentirme más feliz. La verdad es que antes yo pensaba que sólo lo amamantaría hasta que cumpliera un año, pero la conexión tan hermosa que tenemos cada vez que se prende de mí, es algo que no quiero dejar de experimentar, al menos no por ahora, y sé que él tampoco.
Si me permiten ponerme romántica, creo que los hombres deberían sentir envidia de nosotras, quienes tenemos la capacidad de alimentar desde nuestro propio cuerpo a nuestras criaturas; pero, más allá del alimento, lograr ese momento tan íntimo, ese contacto visual de cómplices, ese sentirnos piel con piel, demostrar nuestro infinito amor…y así puedo seguir con una larga lista.
Desde luego, amamantar tiene sus retos, ¡y muchos! El primero de ellos, las opiniones y consejos no pedidos, que cómo abundan porque por ahí hay mucha gente sintiéndose experta en el tema. En este sentido y hablando de consejos no pedidos, me encantaría decirles a todas esas mamás que tal vez estén atravesando por una situación similar a la que yo viví y se sienten frustradas en este momento, que confíen en su sabiduría, ustedes son las madres; confíen en su cuerpo y en la capacidad que tienen para alimentar y para amar. Nadie sabrá mejor que ustedes qué es lo mejor para su bebé. Y por favor, olvídense del qué dirán.
Mi hijo y yo aún no hemos decidido ponerle fin a la lactancia. Estoy convencida de que este proceso llegará en el momento indicado, cuando ambos así lo queramos. Mientras, me permitiré seguir disfrutándolo, a pesar de las opiniones, a pesar de las miradas, a pesar de mi propia incomodidad durante las noches y algunos momentos del día. Eso es algo solamente entre mi hijo y yo.
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