2017: EL AÑO QUE ME RECONCILIÉ CON MI MATERNIDAD

Convertirme en mamá ha sido el reto más grande que me ha tocado vivir, esta etapa de mi vida me ha permitido enfrentarme con mis sombras y también conocer las muchas cualidades que tengo como ser humano. Ha sido un viaje lleno de claroscuros, y este año, por fin puedo decir que me he reconciliado con mi maternidad. ¡Y me siento muy feliz!


LAS 12 COSAS QUE APRENDÍ ESTE AÑO SIENDO MAMÁ

Aprendí a fluir
Entender que no toda la vida voy a tener el control de las cosas y aprender a fluir con las situaciones es uno de los retos más grandes que he enfrentado, y al mismo tiempo me encanta darme cuenta de que poco a poco, he podido irme desprendiendo de esa necesidad de control y me he permitido entregarme más al momento. Cuesta trabajo, pero se siente increíble.

Aprendí a estar presente
Algo que me encanta de los niños es que viven en el presente. No tienen ninguna preocupación por lo que va a pasar mañana y mucho menos por lo que ya sucedió. Mis dos hijos me han enseñado esto y me gusta mucho sentir que cada vez disfruto más cuando estoy con ellos; sin un celular que me esté distrayendo o algo parecido.

Aprendí a improvisar
A veces mis hijos me van diciendo a su manera qué es lo que quieren hacer, y me di cuenta que entonces no sirve de mucho que yo tenga una súper planeación con actividades cuando, a final del día, si lo que realmente me importa es que ellos se sientan bien, lo mejor es escucharlos y estar atenta a sus necesidades. Así, improvisar es algo que cada vez me gusta más hacer, porque ni yo sé qué va a pasar, y es divertido y emocionante descubrir junto con ellos la actividad del día.

Aprendí a priorizar
Estoy convencida de que el capital más valioso que tengo es mi tiempo. Antes de ser mamá lo tenía muy claro y ahora que tengo a mis dos críos, está el triple de claro. Aprender a priorizar mis actividades es algo que también me ha costado trabajo pero mis hijos me han enseñado que lo verdaderamente importante es aquello que me hace sentir bien y con lo que no me siento obligada. Me liberé muchísimo cuando aprendí a decir que no a ciertos compromisos que no me entusiasmaban en absoluto.

Aprendí a ver lo positivo
Desde que me convertí en madre, tuve una época depresiva en la que solo podía ver lo negativo de la maternidad. Ahora me doy cuenta de que también hay un lado súper bonito y que me llena de mucha satisfacción todos los días. Mis hijos me han enseñado a ver esas cosas positivas que antes me costaba muchísimo trabajo ver.

Aprendí a jugar
Confieso que soy de esas adultas sin gracia que no saben jugar con los niños. Pero ser mamá me obligó a aprender este gran arte, y ahora que sé hacerlo, ¡me encanta! Me siento libre de gritar, carcajearme, caminar como chango, dar vueltas como loca y sentirme súper feliz por hacerlo mientras a mis hijos les da un ataque de risa. Mis hijos me ayudaron a reconciliarme con mi niña interior, y eso es algo que les agradezco infinitamente.

Aprendí a ser más paciente
La paciencia no es uno de mis puntos fuertes pero gracias a que soy mamá, es un tema que he tenido que trabajar y ahora hasta me desconozco. Me encanta darme cuenta de que chango viejo sí aprende maroma nueva, y que todos los días me puedo reinventar y cambiar actitudes y comportamientos. En resumen, convertirme en una mejor persona.

Aprendía a ser más creativa
Jamás me hubiera imaginado la cantidad de ideas que han surgido de mi cabeza ahora que soy mamá. Tengo tantas ganas de hacer cosas nuevas, y ese entusiasmo se lo debo a mis hijos. Si no fuera mamá, jamás hubiera abierto mi blog y muchas cosas que sucedieron a partir de eso, jamás hubieran sucedido. Tener mi blog, mi página y todo lo que se desprende de ahí, son cosas que me apasionan y para las que siempre estoy pensando qué hacer. Ahora organizo eventos para mamás, entré al mundo de la comedia, sigo escribiendo, colaboro con una de las empresas que más me gusta (Netflix), y más lo que se agregue el nuevo año. Todo esto, gracias a que soy mamá.

Aprendí a valorar más a mi pareja
Ahora veo a mi esposo también como papá, y me llena el corazón de amor verlo desenvolverse en ese rol; el amor con el que trata a nuestros hijos y el entusiasmo que tiene siempre que está con ellos; las cosas que hace por mí para permitirme descansar o trabajar, en fin. Ser mamá me ha permitido también valorar más a mi compañero de vida.

Aprendí a valorar más a mi mamá
Y esta sí es la típica “¡Ahora entiendo a mi mamá!” Sobre todo, aprendí a dejar de juzgarla. He entendido que cuando eres mamá, haces lo que puedes con las herramientas que tienes pero sobre todo, con todo el amor que tienes por tus hijos. Antes culpaba a mi mamá por traumas míos, y ahora la entiendo cada vez más. Esto también ha sido muy liberador para mí. ¡Gracias mami!

Aprendí a no juzgar
Por supuesto, porque yo antes de ser mamá, era la mamá perfecta, pero me di mil mordidas de lengua desde que nació mi primer hijo, y de ahí a la fecha, jaja. He aprendido a dejar de señalar con el dedo índice como si yo fuera la dueña de la verdad absoluta. He entendido que cada quien educa a su manera y con mucho amor, y por muy en desacuerdo que yo esté con la forma de una mamá o papá para educar a sus hijos, yo no tengo absolutamente nada que decir ni mucho menos sentirme mejor que ellos. El respeto es fundamental.

Aprendí a ser más gentil conmigo
Entendí que se vale equivocarse e ir aprendiendo en el camino y que de nada sirve echarme culpa tras culpa cuando la riego en algo. Claro que es algo difícil, pero valorarme y demostrarme amor a mí misma, me ha ayudado muchísimo a ver las cosas desde otra perspectiva menos fatalista. ¡Todo pasa!

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