Habrá una última vez


El otro día me llegó un golpe de nostalgia por pensar en las cosas que ahora hago con mis hijos y que, en algún momento, dejaré de hacer sin ni siquiera darme cuenta. Se me enchinó la piel y quise abrazarlos por horas. Estaba renegando de que Adriano, mi bebote de 9 meses y casi 10 kilos, a veces nada más quiere estar en mis brazos y me cansa mucho; me duele la espalda, los brazos, la cintura. Pero en el momento que se me vino a la mente el pensamiento de que habrá una última vez que lo cargaré entre mis brazos, ¡uf! Quise llorar de inmediato.

Si me has leído desde antes, sabes de la depresión que atravesé (puedes ponerte al tanto leyendo mi recuento del 2017, mes por mes). Estaba enojada con la vida y con mi maternidad, tenía una urgencia tremenda porque mis hijos crecieran y no fueran tan dependientes de mí, ¡que me dejaran respirar! No entendía a las mamás que decían que había que disfrutar todo de la maternidad; yo decía “¿cómo le hacen para no enojarse cuando están agotadísimas y sus hijos las despiertan picándoles los ojos?, ¿de dónde sacan la voluntad para sonreír?” Me encanta poder decir que esa etapa ya pasó, y ahora sí entiendo perfectamente a qué se referían todas esas madres felices y plenas, enamoradas de su rol de mamás.

Ahora entiendo perfecto que la maternidad tiene luces y sombras, y que puedo amar ambas partes; las dos son necesarias. La frase “tus hijos serán niños solamente una vez”, tiene un nuevo sentido para mí. Porque yo antes pensaba: “¿y apoco por eso tengo que estar contenta con toooodo lo que hagan 24/7 y sonreír, aunque no sienta las ganas de hacerlo?” El día de hoy, sé que no va por ahí, pues los días de cansancio extremo van a continuar, así como los días de poca tolerancia, pero entender que eso también es parte de este show, me permite vivirlo de una manera distinta, siendo más amigable gentil conmigo misma y con mi concepto de maternidad.

Habrá una última vez que cargue a mis hijos entre mis brazos, habrá una última vez que ellos me pidan que lo haga. Tal vez cuando se cansen de mis brazos, yo voy a querer seguirlos cargando, pero ellos ya no me lo van a permitir. Habrá una última vez en que todo gran problema se solucione con un sana sana, colita de rana.

Habrá una última vez que le de pecho a mi bebé, que ya no llorará desesperado porque quiere acurrucarse con su mamá que le da alimento desde su propio cuerpo. Habrá una última vez que no necesitarán ayuda para ir al baño, y que me dirán que les de privacidad porque ya saben hacerlo solo y no me necesitan.

Habrá una última vez que me den un beso lleno de babas y me griten te amo hasta que se cansen. Habrá una última vez que me abracen fuertísimo hasta fastidiarme. Habrá una última vez que me pongan carita de puchero y lloren lagrimitas de cocodrilo porque buscan mi apapacho. Habrá una última vez que se me pongan chípiles.

Habrá una última vez que quieran jugar en el lodo y brincar en los charcos de agua hasta terminar empapados. Habrá una última vez que van a correr y gritar por toda la casa como loquitos porque comieron mucha azúcar y se sienten llenos de energía. Habrá una última vez que despierten en medio de la noche, llorando por papá y mamá. Habrá una última vez que amanezcan en nuestra cama, porque en la noche se sintieron inseguros y necesitaban el confort de sus padres.

Habrá una última vez que me pidan ayuda para ponerse la ropa. Habrá una última vez que me pedirán que les de la mano para cruzar la calle. Habrá una última vez que me digan que están perdidamente enamorados de mí y que soy la mujer de su vida. Habrá una última vez que me pregunten si pueden vivir conmigo para siempre.

Habrá una última vez que serán niños.

Habrá una última vez.

Y mientras esa última vez llega, me decido a vivir intensamente las muchas veces que aún me quedan. Me dispongo a seguir viviendo mi maternidad como es: con luces y sombras, y permitiéndome aprender todo lo que tiene que enseñarme.


K.

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