7 momentos de mi maternidad que me han permitido crecer como persona




Me siento muy agradecida por haberme dado la oportunidad de experimentar mi maternidad desde una nueva perspectiva e irme alejando poco a poco, de la nube de negatividad que traía a cuestas. Una vez más lo menciono, gracias a mi terapia psicológica, además del apoyo de mi familia, esta nueva forma de ver mi vida ha sido posible.

7 momentos de mi maternidad que me han permitido crecer como persona

Mi primer embarazo. Recibí la noticia con muchísimo gusto, aunque no estaba mentalmente preparada. Mis planes fueron modificados casi en su totalidad, en mucho por causa de los desajustes hormonales que me tiraron en la cama por varios meses.

Me fue muy complicado renunciar a ese futuro prometedor y de éxito profesional que me había propuesto.

Pero si no hubiera sido por esta crisis, no hubiera tenido la oportunidad de replantear mi futuro y definir mis prioridades. Fue una etapa de renuncias, pero también de mucho aprendizaje y descubrimiento interior.


Mi primer post parto. ¿¡Qué es esto?! A mí me habían contado que la maternidad era color de rosa y me fui de cabeza cuando descubrí lo ingenua que fui. Un mes de dolor por mi inexperiencia amamantando a mi hijo, las noches de no dormir, la primera semana de vida de mi hijo que tuvo que pasar internado en el hospital, mi cuerpo totalmente diferente… ¡uf! Estaba en shock.

De ser una mujer tan activa y tan acostumbrada a ser independiente, de pronto me vi sumergida en la cama de mi casa por 3 meses porque no tenía tiempo pero sí mucha ansiedad de alejarme de mi bebé. Cómo lo padecí.

Permanecer en casa me permitió estar más conmigo y aprender, a escucharme. Descubrir que había alguien más dependiendo de mí me ayudó a no rajarme aún cuando sentía que ya no tenía fuerzas para continuar. Descubrí el amor incondicional.

El destete de mi primer hijo. Mi historia de lactancia con mi primer hijo duró más tiempo de lo que yo hubiera deseado. Dos años y algunos meses más, y se convirtió en lactancia en tándem cuando nació mi primer hijo. Yo ya no lo soportaba, me pasó algo que se llama “Crisis de lactancia” y literalmente mi cuerpo repelía a mi hijo mayor cada vez que se acercaba a mi pecho.

Fue una etapa dolorosa porque me sentía muy culpable y muy mala mamá por experimentar esa sensación de aversión y además me dolía quitarle a mi hijo algo que él me seguía pidiendo.

Pero armarme de valor y decidir terminar con esta práctica, me permitió empoderarme y confiar en que mi decisión era la adecuada. Esta experiencia me enseñó que pensar en mí y en mi bienestar es válido y también necesario. El egoísmo en su expresión positiva es un regalo que debemos darnos.


La etapa de berrinches de mi primer hijo (que por supuesto, aún no termina). Dios, agárrame confesada. Qué mundo este de los berrinches. Mi hijo revolcándose en el suelo en medio del supermercado y gritando con todas sus fuerzas que no me quiere ha sido una de las experiencias (repetida muchas veces, por supuesto) más frustrantes de mi vida.

Lidiar con los berrinches de mi hijo es algo que al principio me costaba mucho trabajo porque no lograba desengancharme y además mi tolerancia llegaba a su tope rápidamente.

Gracias a estos berrinches de adolescentito prematuro, descubrí que puedo ser una persona paciente; veo a mi hijo como mi gran maestro de la paciencia. Ahora puedo decir con mucho orgullo, que soy una persona mucho más paciente y ecuánime.


Mi segundo post parto. El punto más álgido de mi depresión fue en esta etapa. Ya lo sabes si has leído anteriormente mi blog.

Experimentar la depresión a este nivel, me permitió conocer y contactar con mis sombras, con esa parte de mí que no me encantaba pero que para sanarla, no había otra manera más que enfrentarla. Fue doloroso, mucho. Pero si no hubiera sido por eso, no hubiera conseguido reconciliarme con mi maternidad, conmigo misma, con mi niña interior.

Esta depresión me dio el gran regalo de conocerme integralmente, de despertar más mi autoconsciencia y de responsabilizarme de mi vida.


El desafío del control de esfínteres. La etapa en la que se encuentra mi hijo es la de la voluntad, y el asunto del control de esfínteres va muy lento. Ha habido regaños, mucha frustración y por supuesto, muchos calzones qué lavar.

Esta etapa que aún no concluye, me está ayudando a seguir trabajando la paciencia. Es difícil, por supuesto, pero ahí radica el reto, y lo agradezco porque esto me permite crecer.

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El colecho con mi segundo hijo. Ya estoy harta del colecho. Ya está, lo dije. La falta de descanso y mis horarios diarios me han llevado a un punto de estrés y frustración.

Plantearme la opción de mandar a mi hijo a su propia cama me ha ayudado a trabajar con el desapego y nuevamente, a decidir con base en mi bienestar, entendiendo que si yo estoy bien, mis hijos estarán bien.


Soy fiel creyente de que la maternidad ofrece la gran oportunidad del crecimiento personal, siempre y cuando una esté abierta y dispuesta. La maternidad es para mí un gran regalo, un aprendizaje diario y un reto diario. ¿A ti qué etapas de tu maternidad te han ayudado a crecer?

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