“Quien vive deprisa, no vive de veras”
Escuché hace poco una canción de dice: “Quien vive deprisa,no vive de veras”. Me cimbró. El cierre del 2018 me dejó llena de reflexiones y
decidí cambiar cosas y tomar decisiones importantes en mi vida. Una de ellas,
fue poner como prioridad a mi familia, a mis hijos. Sé que suena muy obvio,
¡pero no lo es!
Me di cuenta de que el tiempo que estaba dedicando a mis
hijos era mínimo en mi día a día. Bueno, hice algo al respecto, eliminé de mi
vida compromisos y actividades que tal vez sí, son importantes para mí, pero
que pueden esperar. Tomé la difícil
decisión de soltar.
Si leíste mi post anterior seguro tienes más contexto de lo
que te estoy platicando aquí. Lo que quiero contarte ahora es que, caray, estoy
disfrutando muchísimo el resultado de las decisiones que tomé.
Soy una mujer que por mucho tiempo subestimé la maternidad.
Guácala, pensaba siempre que me hablaban de tener hijos. Mi enfoque siempre
estuvo en crecer profesionalmente. Cuando me convertí en madre, viví una de las
crisis existenciales más brutales de mi vida. Aprendí o más bien, estoy
aprendiendo que, por muy cliché y lugar común que suene, solo tengo una vida.
¿Cómo quiero vivirla, carajo? Sin prisa.
Post relacionado: "A veces siento que ya no puedo más"
Me subí al tren de la mamá multitask y me cansé. El problema
no fue cansarme, sino que no lo quería aceptar, me dolía el orgullo. Yo puedo
con todo, pensaba. Pues no, me di cuenta de que no puedo con todo, y decidí que
no me importa. No lo estaba haciendo por mí, sino por lo que los demás pensaban
de mí. (Ojo aquí, que darte cuenta de que no eres el ombligo del Universo, te
libera cabrón). Y como una de las más hermosas renuncias que hice al inicio de
este año fue a cumplir con las expectativas de los demás, pues sí, tomé también
la decisión de renunciar a ser multitask y andar deprisa todo el maldito
tiempo. Qué liberador.
Por naturaleza soy inquieta, me gusta involucrarme en
diversas actividades, y de hecho es una característica que me gusta mucho de
mí. No renuncié a eso, sino a la ansiedad y necesidad por decir a todo que sí. No
más. No necesito demostrarle nada a nadie. Quiero hacerme la vida lo más
sencilla posible (no confundir con fácil).
Me parece hermoso andar despacio. No sabía, o al menos no
recordaba lo que se sentía. Me encanta estar más para mis hijos, me encanta
estar más para mí, para mi pareja, para las personas que me importan. Llegar a
casa después del trabajo y no tener mi atención en ningún “tengo que” me ha
devuelto la salud espiritual.
Al comprometerme a poner a mi familia como prioridad, me
comprometí automáticamente a andar sin prisas. Permanecer conectada a las
personas que amo, forzosamente implica andar sin prisas. Renunciar a cumplir
las expectativas de los demás y mantener mi lealtad conmigo, me obliga a andar
sin prisas.
Tenía mucho tiempo que no me sentía tan en paz. Las palabras
soltar y fluir, han tomado un significado mucho más profundo para mí. Es real
que cosas mágicas suceden cuando te pones a ti en primer lugar: en este
sentido, ser egoísta es el mayor acto de amor que he hecho hacia mis hijos.
"Y mientras esperas que llegue lo mejor, no te olvides de vivir."
Te doy toda la razón, me sentí igual que tú, siempre centrada en mi trabajo inclusive después de tener a mi hijo, hasta que me dí cuenta que la vida se me estaba yendo en el trabajo y decidí poner un hasta aquí, después la vida me hizo una jugarreta y de nueva cuenta volví a concentrarme en otras cosas, pero de nueva cuenta decidí soltar, porque cuando decido soltar y enfocarme en mí, es cuando puedo dar a plenitud y fluir.
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